miércoles, 7 de noviembre de 2012

BiciRelatos: Arreglando pinchaduras


Arreglando pinchadura

Para arreglar la rueda pinchada de una bicicleta no se necesita mucho. Una llave inglesa para aflojar las tuercas y tornillos, dos cucharas soperas para hacer palanca y sacar la cubierta a un lado, agua y jabón para limpiarse la consecuente mugre y una gran dosis de paciencia para no enloquecer. Yo tengo todo menos lo último. No sé, no tengo paciencia para estar sentado, ensuciándome como un mono, con la rueda tirada por ahí, con las tuercas que se te pierden, la grasa que se te adhiere a las manos, todo para arreglar una estúpida pinchadura. Y encima cuando la bicicleta no es mía, como es el caso ahora. Pero si no lo hago yo, no lo hace nadie porque el dueño de la bici, mi hermano menor, es pianista y “¡Cuidado de que el señorito se estropee un dedo!”. Mi vieja se pondría insoportable y no se le iría la bronca por varias semanas, no lo podría tolerar; es que a ella le encanta que Jorgito toque el piano. Él lo toca desde los 2 años, cuando mi vieja lo puso en frente a un piano que yo, afortunadamente, rechacé sin más preámbulos cuando me lo quisieron encajar para mi 3º cumpleaños.

Así que me toca a mí arreglarla, porque mi vieja tiene que hacer las cosas de la casa y no tiene tiempo (aunque tampoco sabría arreglar la pinchadura) y mi viejo quiere arreglarla pero si lo dejo es capaz de cortarse un dedo con los engranajes. Es que mi papá está todo el día tomando vermut en el bar de la esquina y cuando llega a casa está tan alcoholizado que apenas reconoce a la familia (y el perro apenas le reconoce).
Tampoco puedo mandarlo al taller de bicis de la esquina porque son unos mafiosos y te solucionan la pinchadura pero te aflojan la cadena para que se te termine cortando y recurras una vez más a sus servicios de “reparación”, dejando mas billetes en su caja; y encima si le decís algo se ofenden, no te la arreglan y te la dejan desarmada en el fondo del taller por varias semanas hasta que deciden arreglártela.

Pero no sé de qué me quejo si en este país todo funciona así. No podes confiar en nadie, y al menor problema todos se borran inmediatamente. Siempre lo mismo. Se van y te dejan con una llave inglesa, dos cucharas soperas, un balde de agua, un jabón a medio usar y se piensan que yo voy a malgastar una hora de mi vida para arreglarle la bici al señorito mientras ellos están de jarana. ¡No! ¡Eso si que no! ¡Yo esto no me lo aguanto más! Se van todos a cagar y métanse la bici en el centro del culo que mi paciencia tiene un límite y acaba de rebasarse... y además en cinco minutos me pasan a buscar para ir a jugar al fútbol.

                                  Pablo Riboldi (entreotrosparentesis)

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