sábado, 29 de enero de 2011

Elogio de la sensualidad y eficacia de la bicicleta


Continúo aquí mi artículo de 1978 sobre "El placer de montar en bicicleta por las ciudades" (revista Transición). Dieciséis años después mi experiencia de ciclista urbano cotidiano me confirma que además de sensual, la bicicleta es uno de los artilugios más eficaces y eficientes de la historia de la humanidad, sólo comparable a los barcos de vela, las viñas, los olivos, las células fotovoltaicas y los seres humanos. Ya lo decía Ivan Illich y se sigue confirmando que el ser humano en bicicleta batía y sigue batiendo todos los récords de eficacia termodinámica.
Pero antes de seguir con la apología de la bicicleta es inevitable el reconocer a modo de axioma los siguientes extremos:
1)  La historia de los medios de transporte nos confirma repetidamente la coexistencia de todos los medios de transporte que se han ido inventando a lo largo de la historia. Para cada distancia, medio físico, edad, disponibilidad de recursos energéticos, nivel de desarrollo, etc., de un país serán más eficaces unos u otros. Coexisten y coexistirán pues, los peatones, las bicicletas, los coches, los autobuses, los metros, los cohetes espaciales, la escoba de la bruja y la alfombra voladora.
2)  Las ciudades compactas españolas todavía tienen intensidad y complejidad de vida urbana por la abundancia de peatones. La marcha a pie, el paseo y el caminar son esenciales para la calidad de vida urbana.
3)  Mientras quede la última gota de petróleo el automóvil seguirá imponiendo su presencia, predominio e impactos negativos (ruido, humo, accidentes, invasión de espacio, baja eficiencia energética y tecnológica, etc.). El petróleo y el automóvil son los únicos enemigos de los ecologistas que nos han derrotado hasta ahora y que nos seguirán derrotando mientras quede petróleo (a pesar del peligro del efecto invernadero, de la capa de ozono, etc.).
Lo más que podemos hacer es restringir el uso urbano del automóvil por vía cultural, ética, ecológica y con aplicación voluntaria no coercitiva. Se trataría de una gestión del tráfico automóvil no dándole prioridad ante otros medios de transporte, bastaría con eso.
4)  La industria automovilística y el automóvil nos han vencido una y otra vez porque son el soporte, el símbolo y el flujo esencial del sistema tecno-económico industrial y de mercado. El automóvil proporciona una falsa sensación de ubicuidad, de autonomía, autosuficiencia y poder. Cualquiera sentado en un automóvil se puede sentir un superhombre o una supermujer, clónicos por supuesto. El automóvil refleja y refuerza la idea de individuo frente a la de familia o comunidad. Abraham Moles proponía, en sus clases de 1963 en Estrasburgo sobre Sociología y Cibernética, que había que incluir el derecho al automóvil en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Con la generalización del automóvil en España uno de cada tres habitantes, aquellos y especialmente aquellas que no tienen Carnet de Conducir son ciudadanos en situación de exclusión social, como mínimo raros y cualquier día sospechosos de no ser del todo humanos. Los especialistas en planificación de transporte les llaman los viajeros cautivos; niños y niñas, ancianos y ancianas y amas de casa de hogares con un solo coche, gente de poco poder a los que los tecnócratas del transporte maltratan sistemáticamente. Así pues, mientras quede petróleo, a lo más que podemos aspirar es a restringir y limitar el uso del automóvil en las grandes ciudades; impedir que se nos meta en la cama y en el cuarto de estar, evitar transformar las catedrales en aparcamientos y poco más.
5)  Los distintos intentos de implantación de carriles bici en algunas ciudades españolas han fracasado por ahora sobre todo por la falta de convicción de los ingenieros municipales de tráfico que los diseñan de manera que el carril nace muerto. También es cierto que el volumen ocupado por los ciclistas en comparación por el ocupado por los automóviles es tan desproporcionado que los carriles bici aparecen siempre como vacíos. También es cierto que los carriles bici no han aumentado seriamente el número de ciclistas urbanos.

La vuelta de la bicicleta como objeto de consumo y juguete
En los últimos cinco años se han llenado las ciudades españolas de un artilugio paradójico, pensado para el todo terreno, para la montaña y que se pasea sobre todo por las ciudades. Se trata de las bicicletas de montaña que han triunfado como un símbolo de status y consumo, como un juguete para adolescentes y carrozas. Su utilización como objeto de demostración y recreo, como manifestación de un deportivo estilo de vida, tiene como consecuencia la vida efímera del ciclista recreativo. Se ven más ciclistas por las ciudades, pero duran poco, se cansan pronto, sucumbiendo a la lógica infantil de los juguetes rotos. Tendríamos que preguntarnos por qué no crece más el número de ciclistas urbanos cotidianos.

La bicicleta y los miedos
Una de las principales virtudes de la bicicleta es que, además de desarrollar el sentido del equilibrio y el movimiento, da confianza en sí mismo y ayuda a perder los miedos. La bicicleta comienza por el miedo a caerte y a que te atropellen, continúa por el miedo al qué dirán y al ridículo, por el miedo al guardia y al código de la circulación y finalmente por el miedo a que te la roben. Por eso todavía la bicicleta urbana es cosa de niños, adolescentes y jóvenes. Alguien mayor de treinta años en bicicleta en la ciudad es un bulto sospechoso, alguien raro, antes pobre y ahora incapaz de sacarse el Carnet de Conducir, o un ecologista loco con ganas de llamar la atención, un exhibicionista del pedal, un gilipollas como el de la canción de Javier Krahe, el amigo de Joaquín Sabina.

Los ciclistas urbanos aumentamos, pero muy lentamente
En cinco años hemos aumentado tanto, que ya no nos conocemos todos y, desgraciadamente, no nos saludamos al cruzarnos. El comentar el clima en el semáforo no ha triunfado como práctica de "convivialidad bicicletil".

Demasiado indefensos, excesivos accidentes
La alta densidad de población, y por consiguiente de automóviles y tráfico de las ciudades españolas, la estrechez de las calles y las aceras, hacen extremadamente peligrosa la circulación en bicicleta. La excesiva velocidad de los automóviles en las carreteras acaba matando a ciclistas, la autodefensa de los ciclistas urbanos cotidianos en la circulación, la adaptación a la agresividad del ecosistema automovilístico se materializan en algunos trucos para sobrevivir y circular seguro en las ciudades:
1)  Elegir siempre itinerarios por calles traseras, secundarias, con menor tráfico.
2)  Evitar las avenidas y sobre todo las plazas y glorietas de más tráfico y más veloz.
3)  Circunvalar las glorietas al revés a través de los pasos de peatones.
4)  Aprovechar las aceras, bulevares, paseos y parques siempre que sea posible.
5)  Circular en dirección prohibida en calles de poco tráfico. Ves al automóvil que viene de frente, se sorprende y se aparta con gesto a veces iracundo, o con mala cara resignada.
6)  No circular nunca por el centro de la calzada y en medio del carril de los coches, ir siempre pegado a los coches aparcados, vigilando sobre todo las portezuelas que se abren.
7)  Echar pie a tierra y caminar con la bicicleta en la mano siempre que convenga y evitar la pereza que eso supone.
La bicicleta es un instrumento versátil que te permite tanto ir montado como caminar llevándola a tu lado, pararte a saludar, a hablar y a acompañar a los amigos y amigas que te encuentras al pasar. Hay que evitar que la bicicleta (al igual que sucede con el automóvil) te aísle del placer del paseo y del callejear.
Es interesante el quedar con amigos y amigas para ir y venir juntos, a clase, al trabajo, o de paseo y juerga.
8)  Conviene evitar la utilización de la bicicleta de noche, aun llevando luces, así como los días de hielo. Por el contrario la bicicleta con paraguas y sin prisa funciona perfectamente.
9)  Nunca hay que comprar una bicicleta que pueda haber sido robada, cuyo origen no sea de fiar (es la mejor manera de evitar robos de bicicletas).
10)  Acudir a todas las marchas ciclistas que se convoquen, por folclóricas, comercializadas y manipuladas que estén. Se conoce gente y se hace bulto.
11)  No aceptar nunca sermones de los guardias de tráfico, sino pedir que por favor te multen y te lleven a juicio para poder defender los derechos del ciclista.

Una ecotasa negativa
Los ciclistas urbanos no gastamos gasolina, no contaminamos, no hacemos ruido, no atropellamos casi nunca a nadie, apenas ocupamos espacio, no estropeamos la calzada, no necesitamos aparcamientos subterráneos, ni semáforos, tenemos mejor salud y menores gastos sanitarios. Nuestros conciudadanos y los ayuntamientos nos deben mucho. De la misma manera que la gasolina urbana con un colorante verde no debería bajar de las mil pesetas el litro, los ciclistas deberíamos recibir una ecotasa negativa, devolvernos lo que ahorramos a la comunidad. Por ejemplo, eximirnos del impuesto sobre la renta veinte duros diarios, poca cosa, pero lo suficiente para las reparaciones y el mantenimiento anual. Algo simbólico, algo que nos reconozca a los gregarios como superhombres, no sólo a Miguel Induráin.


Mario Gaviria
 “Elogio de la sensualidad y eficacia de la bicicleta”
 Archipiélago 18-19 (1994), p.109-113.


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