Poblaciones por las que paso:
Moncarapachp
Vila Nova de Cacela
Vila Real de Santo Antonio
Ayamonte
Lepe
Datos de la etapa:
Km. Etapa: 81,71
Km. Total: 838,18
Tiempo en movimiento: 5 h 30 m
Tiempo total etapa: 8 h 38 m
Velocidad media: 13,6 km/h
Velocidad máxima: 37 km/h
Desnivel acumulado + 235 m
Desnivel acumulado – 275 m
Altitud máxima: 36 m
Altitud mínima: -45 m
Frecuencia cardiaca media: 105 bpm
Frecuencia cardiaca máxima: 137 bpm
Cadencia media: 62 rpm
Cadencia máxima:99 rpm
Pues, como de costumbre, sobre las 6:30 h me levanto y saco todo el equipaje fuera de la habitación. Aquí hay otras tres personas durmiendo y no quiero molestarlas. Ahora organizo todo y lo meto en las alforjas. Una vez colocado todo en la bicicleta, me preparo un café y desayuno.
Sobre las 7:45 h salgo pedaleando de Faro con destino a Vila Real de Santo António para coger el ferry. Voy rodando por la carretera M516 hasta Moncarapacho, población cuyo centro histórico recorro y donde tomo algunas fotos.
Sigo la etapa por la misma carretera, la M516, hasta llegar a Luz de Tavira, y aquí enlazo con la carretera N125. Sin dejarla, paso por varias poblaciones —en algunas paro, hago fotos y las recorro— hasta llegar finalmente a Vila Real de Santo António.
Como voy bien de tiempo, paro en una cafetería para tomar un café, pero me dicen que no tienen luz. Al parecer es algo general, no hay luz en toda la población. Como todo tiene solución, me ofrecen un café de sobre, que preparan con agua caliente, que sí tienen. Después del café, me dirijo al embarcadero del ferry. Aquí me dicen que tampoco pueden sacar los tiques porque no hay luz, pero que lo harán manualmente. También me entero de que el apagón afecta a toda España y parte de Europa.
Llega la hora de subir al ferry, y lo más curioso es que me cobran por la bici 1,60 €. Bonita forma de fomentar el uso de la bicicleta... La travesía dura apenas unos minutos y enseguida llegamos a Ayamonte.
Me acerco a la oficina de turismo. Me indican qué es lo más interesante para visitar y por dónde seguir. Recorro la población, hago unas fotos y salgo pedaleando en busca de la Vía Verde del Litoral. Según me han dicho, siguiéndola se puede llegar a Lepe. De momento ya la he encontrado y voy rodando por ella.
Bueno, después de unos cuantos kilómetros por la Vía Verde, tengo que abandonarla. Es imposible seguir: hay bancos de arena por los que ni siquiera se puede empujar la bici. En el momento en que he podido enlazar con la carretera HU-3300, la he cogido. Ahora sí, puedo rodar con normalidad hasta llegar a La Redondela.
Aquí pregunto por un bar para tomar algo, pero me dicen que, por el apagón, todo está cerrado, incluidos los bares. Recorriendo la población veo un bar que justo están cerrando. Les pregunto si me pueden servir algo y me dicen que, como puedo ver, están cerrando, pero me ofrecen un bocata de lomo y un bote de cerveza. Me lo dan por la ventana y me voy a un pequeño parque que hay enfrente, donde me lo como tranquilamente.
Sigo la etapa por la carretera HU-340. Nada más salir, empiezo con unos fuertes repechos —menos mal que son pocos kilómetros—, luego todo es bajada y llaneo hasta llegar a Lepe.
Ya en Lepe, paso por la oficina de turismo, pero está cerrada. Justo al lado está la Capilla de San Cristóbal, donde me encuentro con una señora muy amable que me da toda clase de información, incluso me recomienda un hostal económico.
Una vez en el hostal, ocupo una habitación y, como siempre, toca una buena ducha —casi sin luz—, organizar el equipaje y salir a tomar un bocado y ver lo más representativo de la ciudad. La situación es de lo más caótica, me recuerda a los días del confinamiento durante la pandemia. Toda la gente está en las calles, intentando comprar algo en los pocos comercios abiertos. Yo he tenido que recorrer media ciudad para poder conseguir una tortilla de patatas y una cerveza. Es lo único que he encontrado. Ni pan, ni nada más.
De vuelta en el hostal, ya oscureciendo y con toda la ciudad sin luz, saco el frontal. Tranquilamente, y alumbrándome con él, me como la tortilla con una cerveza casi caliente. Vuelvo a salir, a dar un paseo, a ver si encuentro un sitio donde tomar un café… pero nada. Ahora sí que está todo cerrado.
No me queda otra que regresar al hostal. Esto parece un estado de guerra. Organizo un poco las alforjas y escribo estas notas, eso sí, sin la posibilidad de saborear un café.
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